¿De dónde viene la culpa?

Emociones humanas

Desmenuzando la culpa

La culpa viene de pensar que las cosas son permanentes y también de pensar que las acciones que llevamos a cabo marca a los demás de una manera definitiva.

Viene también del pensamiento que nuestra identidad también es permanente porque nos identificamos tanto con nuestras faltas, que nos convencemos que somos eso e incluso, llegamos a pensar que somos malas personas. Todo esto, podemos decir que son las ideas que alimentan la culpa.

La culpa per se está asociada a la emoción o raíz que tiene que ver con el enojo, pero más allá, también tiene que ver con el resentimiento, te preguntarás ¿qué diferencia hay entre el enojo y el resentimiento? Hay que recordar que el enojo también puede ser considerado como una perturbación mental porque nos quita paz, es un mal hábito porque sólo nos concentramos en los aspectos negativos de algo o de alguien, pero no sólo eso, sino que los exageramos en nuestra mente.

Lo mismo sucede con la culpa porque es un enojo que va dirigido hacia uno mismo y se asocia con el resentimiento porque cuando estamos bajo su influjo se mantiene de manera activa que nos lleva a pensar cómo vengarnos o cómo cambiar la situación.

También nos produce una concentración inadecuada y nos hace quedarnos estancados en algún momento y se llega a volver permanente porque lo estamos alimentando activamente; constantemente pensamos ¿por qué lo hice? ¿qué pude haber hecho diferente?

Otro efecto de la ira es que nos hace tener un deseo de dañar eso que vemos negativo y, como en este caso, el foco del enojo somos nosotros mismos nos decimos cosas que no son amables ni compasivas. Dejamos de separar esa acción de nuestra identidad.

Sus efectos

¿Cómo funciona la culpa en las relaciones de apego?

Hay que recordar que el amor y el apego son diferentes, el primero es desear la felicidad del otro, por lo que actuamos en consecuencia con acciones hacia esa persona. El segundo, es como una especie de intercambio en el que se hace cosas por el otro, pero esperando que también haga por uno. Tiene que ver con buscar la propia felicidad, pues la depositamos en la pareja para obtenerla.

Cuando vivimos una relación que está basada, casi únicamente en apego, se vive una codependencia y no solamente se da en las parejas, sino también en la relación padres e hijos, entre hermanos o familiares y hasta con los amigos. Lo importante es revisar si estamos buscando la felicidad de la otra persona y si nuestras acciones están enfocadas a conseguirlo, o que la otra persona nos haga felices.

La culpa puede ser un ingrediente efectivo para lograr que el otro nos dé lo que queremos de él, cuando criticamos, victimizamos o lo hacemos sentir culpable. Un ejemplo claro de esto es cuando escuchamos “pensé que eras diferente” o “nunca pensé que me ibas a defraudar de esta manera”, pues estas frases buscan que, a partir de la culpa, la otra persona ceda a sus intenciones.

Para trabajar con la culpa, hay que tener bien claro cuál ha sido el error o la falta y también tener claro cuáles son nuestros valores. Tenemos que investigar si, a partir de ella, no nos estamos victimizando. La culpa, si se le quiere ver un aspecto positivo, es que ayuda a darnos cuenta de algo que no hicimos bien, y a partir de ahí cambiarlo.

¿Qué hacer ante la culpa?

Cambia

Puedes transformar esa falta en acciones contrarias: por ejemplo, si robaste, puedes donar, si mentiste, puedes aprender a practicar honestidad.

Puedes ayudar a una persona en una situación similar a la que pasaste, dándole consejos y haciéndole ver las consecuencias en tu caso.

¿Qué hacer?

La culpa es un elemento muy importante para identificar si estamos manipulando o nos manipulan y por eso importante asumirla, sin llevarla al extremo, ni quedarse estancados con este sentimiento, sino más bien, buscar cómo se puede enmendar este error.

Finalizo con esta frase que me dijo una consultante “A veces buscamos limpiar nuestro cuarto y lo único que hacemos es aventar la suciedad debajo de la cama”.

¡Hasta la próxima!

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