Cuando algo nos avisa que hay un peligro, como cuando miramos hacia abajo desde las alturas, nuestro cerebro realiza una descarga automática de adrenalina y en automático buscamos retroceder o sostenernos de algo que nos detenga.
La ansiedad es un mecanismo de defensa que se da automáticamente y que nos prepara para enfrentarnos a una amenaza, una situación estresante o de incertidumbre; se trata pues, de una emoción y que a menudo la sentimos por cuestiones diarias de la vida, por ejemplo, cuando acudes a una entrevista de trabajo o de repente el jefe te dice en tono serio que quiere hablar contigo en privado.
Mantener el estado de alerta cumple la función de permitir la adaptación a lo que sea que se demande porque la reacción va provocar que el individuo se torne más productivo o eficaz para realizarlo.
Sin embargo, cuando esta ansiedad ya no resulta útil para resolver situaciones, sino más bien se transforman en un obstáculo, entonces se dice que la persona padece de un trastorno de ansiedad, que no es otra cosa que sentir miedo, angustia o una preocupación constante ante situaciones que son desproporcionadas para el impacto real que supone.
Es normal preocuparse por temas como la salud, el dinero, o los problemas familiares en un momento u otro. Pero quien padece de ansiedad se preocupa en exceso por estas y muchas otras cosas, incluso cuando hay poca o ninguna razón para preocuparse por ellas como ponerse ansiosos por los quehaceres de su día a día. Se sienten incapaces de creer que las cosas les van a salir bien y se mortifican por ello.
Quien padece de ansiedad no es porque le viene de la noche a la mañana, sino que este trastorno se va desarrollando lentamente en el transcurso del tiempo y se ha identificado que casi siempre comienza durante la adolescencia o juventud. Los síntomas pueden mejorar o empeorar en distintos momentos, pero más cuando se está en situación de estrés.
Resumiendo, son dos tipos de ansiedades que hay que saber distinguir para no confundirse:
Ansiedad sana. Se asocia a miedos que nos impulsan a cuidarnos o realizar las cosas que se nos piden de manera eficaz. Se adquiere por observación o por propia experiencia; pero también hay otros que heredamos a través de la evolución de la especie, como los miedos ancestrales o miedos de desarrollo, por ejemplo, la oscuridad, separación, terrores nocturnos, entre otros.
Ansiedad patológica. Es aquella que nos afecta la vida llenándola de miedos y angustias irracionales como las fobias sociales, por ejemplo, tener temor de hablar con extraños, a sentirse humillado o avergonzado, evitar ser el centro de atención; todo tipo de fobias como a las alturas, animales u objetos; obsesiones y manías de todo tipo. Puede tratarse de una ansiedad ligada a una situación o un estímulo concreto, pero también puede ser generalizada.
Las personas que tienen un comportamiento patológico sienten ansiedad y preocupación la mayor parte del tiempo, no sólo en situaciones que le resultan estresantes, con el agravante que se producen de manera intensa, irracional y persistentes interfiriendo con el funcionamiento normal en su vida diaria como lo es el trabajo, la escuela, la familia o los amigos porque son difíciles de controlar. Lo más aconsejable es acudir con un terapeuta o espcialista.
Recuerda siempre: Cambia la depresión, enojo y obsesión por hábitos virtuosos para ser feliz y contagiar felicidad.